Aunque va de fotos, no keria abrir un post solo xa esto y como esta relacionado con Normandia, pos lo dejo aqui.
El desertor español que engañó a Hitler
Se sabía que el español Juan Pujol engañó a Hitler al hacerle creer que el desembarco aliado sería en Calais y no en Normandía.
Uno de los soldados que en octubre de 1938 fueron incorporados a la antigua XIII Brigada Internacional en su regreso al frente del Ebro, después de ser reorganizada como unidad enteramente española, fue un barcelonés de 26 años que entraría poco después en la Historia oculto bajo el sobrenombre de Garbo, el espía que hizo creer a los nazis que el desembarco aliado en las costas francesas se produciría en Calais y no en Normandía. Tendrían que pasar cuarenta años desde que fue dado por muerto por el servicio secreto británico, para que el periodista Nigel West descubriera a Garbo en Venezuela. Fue en 1984 cuando el mundo supo que el espía que había derrotado a Hitler se llamaba Juan Pujol García. Cuatro años después fallecía en Caracas. Tenía 76 años.
Hijo de una familia de la alta burguesía catalana, el futuro Garbo recibió una educación católica y liberal, marcada por un acendrado pacifismo. Pero todo el mundo de los Pujol naufragó con el estallido de la Guerra Civil. El padre ya había muerto, y la familia sufrió la hostilidad del ambiente de la Barcelona revolucionaria, e incluso su madre y su hermana estuvieron detenidas.A él mismo se le condujo a comisaría por no haberse presentado a filas al ser llamada su quinta.
Como recuerda Javier Juárez en su magnífica biografía sobre Garbo, después de pasar una semana en comisaría, Pujol fue liberado gracias a la organización quintacolumnista Socorro Blanco. A partir de entonces vivió escondido durante un año en una casa de este grupo en Barcelona. En aquellos meses de clandestinidad, llegó a perder 20 kilos y estuvo al borde de una insalvable depresión.
La documentación que he descubierto en el Archivo Militar de Avila demuestra que Pujol se presentó a filas el 14 de septiembre de 1938, un día antes de que expirara el plazo establecido en la amnistía decretada en agosto por Negrín para prófugos y desertores. Sin embargo, Pujol aprovecharía su marcha al frente para desertar del Ejército Popular sin haber cumplido un mes en filas. Los datos hasta hoy desconocidos de la fuga de Pujol y otros dos compañeros se encuentran detallados en un parte de la 13ª Brigada Mixta fechado el 11 de octubre de 1938, en el sector de Fayón y La Pobla de Massaluca, entre las provincias de Zaragoza y Tarragona:
«51 Batallón.- A las 19.30 horas de ayer se encontraron a faltar de la 3ª Cía. los soldados Pedro Pascual Ribas, Ramón Cortina Callart y Juan Pujol García, éste último telefonista. A las 19 horas aún se encontraban en la Cía. Pedro Pascual se encontraba de centinela y se supone se ha llevado consigo tres granadas de mano, por encontrarlas a faltar. Los otros dos no se han llevado absolutamente nada. Se supone que el soldado telefonista no posee clave alguna por estar destacado en la Cía., donde es difícil que la conociese por el poco tiempo que lleva en esta Unidad.Los tres ingresaron hace pocos días en el Batallón. Inmediatamente de notarse su desaparición salieron patrullas para ver si los encontraban, sin ningún resultado a pesar de haber estado toda la noche buscándolos». El día anterior a su fuga, evidencia mayúscula de la astucia del futuro espía, así como de su innata disposición al doble juego, Pujol dirigió una encendida charla de propaganda desde las posiciones republicanas a las trincheras franquistas con la que pretendía ganarse la confianza de sus mandos.
Los tres desertores se fugaron cinco días después de haber llegado a primera línea, favorecidos por la presencia de Pedro Pascual Ribas como centinela aquella noche, quien debió de ofrecerse a sus compañeros para permitirles la fuga y unirse a ellos. Pujol logró alcanzar las líneas franquistas, a pesar de que en un instante de desorientación volvió hacia las republicanas, desde donde fue tiroteado. Los franquistas le enviaron preso al campo de concentración de Deusto, del que salió gracias al aval de un sacerdote al que su madre había ocultado en su casa. Al poco le llegó la citación para presentarse en un centro de reclutamiento de Burgos, donde fue alistado por los nacionales como alférez.
«Mi padre me contó siempre», me dice su hijo Juan Kreisler -quien conserva el apellido de su padrastro-, «que sentía con orgullo el no haber disparado ni un tiro a favor de ninguno de los dos bandos. Era un hombre profundamente liberal, que rechazó los totalitarismos de uno y otro signo. Esto es lo que define la actitud de mi padre ante la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial». Al final de la Guerra Civil marchó a Lisboa y fue allí donde comenzaron sus contactos con el servicio de espionaje alemán.Iniciada ya la II Guerra Mundial, recaló en Londres, donde se ofreció a los británicos como agente doble.
EL CENTINELA QUE LE AYUDO
Muy distinta fue la suerte de Pedro Pascual Ribas, el centinela que posibilitó la fuga de Pujol. Era un joven de una familia muy humilde, de Sant Sadurní d'Anoia, con 12 hermanos. A comienzos de 1936, con 21 años, era camarero de La Granja de Salmerón, en el Paseo de Gracia. A finales de enero del año fatídico, Pedro Pascual tuvo que hacer el servicio militar, y se le destinó al Regimiento de Infantería Palma nº 28, en la capital de las Baleares.
Las últimas noticias de Pedro que recibieron sus hermanos fue una carta escrita antes de la guerra. No tuvieron ninguna noticia de él durante la contienda y cuando ésta acabó, su hermana Ana viajó a la isla balear para preguntar por su paradero en el Regimiento Palma. Pero en los estadillos de aquella unidad figuraba como desaparecido.
Su hermana María, sin embargo, guardó un secreto ante el resto de la familia que me ha permitido reconstruir la trágica peripecia de Pedro Pascual Ribas y responder al gran interrogante: ¿pueden ser la misma persona el joven que se va a hacer la mili a Palma en 1936 y el centinela que se fuga en el Ebro con Pujol en 1938? No tengo ninguna duda de que lo son, lo que explica por qué sus hermanos, a excepción de María, no volvieron a saber nada de él.
Al estallar la guerra, Pascual no debió de tardar en ser enviado por los franquistas a la península con el Regimiento Palma, que intervino en la batalla del Ebro, donde los republicanos capturaron 5.000 soldados franquistas. Uno de ellos pudo ser Pedro Pascual Ribas, que debió de ser reincorporado en octubre, junto con otros 1.500 prisioneros de guerra, a las antiguas Brigadas Internacionales, para relevar a los voluntarios extranjeros repatriados. Esto justifica su presencia en la nueva 13ª Brigada Mixta y también que siguiera sin poder dar noticias a sus hermanos, pese a encontrarse en zona republicana, porque era un cautivo de guerra.
Los últimos que vieron con vida a Pascual fueron sus compañeros de deserción. Mientras Pujol alcanzaba las líneas franquistas, Pascual debió de dirigirse a retaguardia para cruzar a nado el Ebro y reencontrarse en Barcelona con sus hermanos. Pero no pudo lograrlo: desapareció en aguas del Ebro durante su deserción.Este era el secreto que María ha guardado durante 70 años y que nunca había revelado.
«Yo supe por la Cruz Roja de la muerte de mi hermano en aguas del Ebro a los pocos meses», dice María a sus 87 años. «Me dijeron que se había ahogado intentando fugarse. No quise decírselo a mis hermanos para que no sufrieran más. Esta es la cruz que he llevado encima toda mi vida».
La propia María me pidió que yo mismo le desvelara el secreto a su hermana Ana, la única superviviente junto con ella de aquella familia numerosa, que conoció por mí, en una conversación de una tristeza insondable, el destino de su hermano en aquella guerra que le arrastraría irremediablemente, como lo hizo la corriente del Ebro, hacia el final de sus días.
Es posible que Pujol nunca supiera que el centinela que permitió su deserción moriría ahogado en el Ebro después de que cada uno eligiera su camino. Aún así, Pedro Pascual Ribas pudo representar desde entonces para Pujol el símbolo del hombre que asume el mayor de los riesgos para cambiar su suerte y la de los demás.Esta fue la condición que el propio Garbo encarnaría con todas las consecuencias para favorecer el destino de los miles de soldados aliados que darían el primer paso de la liberación de Europa en las playas de Normandía.
Quizá aquella noche a orillas del Ebro, ante el ejemplo de aquel desconocido centinela, pudo quedar sellada para siempre la suerte del espía que engañó a Hitler.
Fuente: El Mundo
19.02.06